miércoles, 19 de diciembre de 2007

Santuario


escribe Carolina Mantegari
editora responsable del Asís Cultural,
emanación de JorgeAsísDigital

A Nicolás Maduro, el canciller de la Venezuela Bolivariana, hay que compadecerlo.
Tiene menos recato que Jorge Taiana, el canciller argentino.
Por lo menos, Taiana no habla. Exhibe el atributo del silencio, que pasa por perfil bajo.
La locuacidad de Maduro, en cambio, resulta enternecedora. Al pobre, no le alcanza el tiempo para denunciar las sucesivas conspiraciones del imperialismo.

Greene, Mauricio

Para armar la exitosa “operación basural”, con el propósito conjunto de esmerilar a Chávez y a los Kirchner, los perversos norteamericanos debieron adiestrar, minuciosamente, al agente Antonini. Es el actual “Prófugo”.
Trátase de una versión, grotescamente llanera, de “El americano impasible”. Como la novela que publicara, en 1955, Graham Greene.
Debieron entrenar, al agente llanero, Antonini Wilson, para las sutilezas actorales del desplazamiento con marroquinería.

Para introducirlo, al impasible “Prófugo”, en un vuelo oficial argentino, de alquiler. Proeza operativa, comparable al best seller de la Operación Entebbe.
Para enseñarle a descubrir, oportunamente, “La valija”. Alude a la pieza teatral de Julio Mauricio, un dramaturgo doméstico, torpemente olvidable.
Una valija colmada, en este caso, de glucolines verdes.
Fue detectada por una aduanera dulce, ambiciosamente atractiva. Junto a los ochocientos mil glucolines, la dama descubre, de pronto, sus dotes contenidas de patinadora vocacional.

Mujica Laínez, Escudé

Debieron adiestrarlo, al Prófugo impasible, para desfilar, más tarde, por La Casa.
Según malas fuentes, vinculadas al operativo basural, el agente desfiló por dos despachos de La Casa. Alude al magistral novelón compuesto por Manuel Mujica Laínez.
Sin embargo, La Casa por la que desfiló “el americano impasible” de Greene, el portador de “la valija” de Mauricio, fue la Casa Rosada. Basural total.

Para después despacharlo, como si lloviera en la Manhattan de Allen, hacia el conflictivo Montevideo de Onetti.
Y partir, pero con pasaporte del imperio, hacia Miami. Es el esternón soleado donde prosigue el amontonamiento de residuos. Una especie de CEAMSE. Paraíso febril de los gusanos que envejecen en la masturbación de la espera.
Gusanos que espantan, ya sin dosis de recatos, a los antiimperialistas confirmados. Como Humberto Tumini. Y hasta a los revolucionarios súbitamente sorprendentes, como Carlos Escudé. El desconcertante intelectual K.

En adelante, con El Prófugo a resguardo, entre los brillos de Key Biscayne, los perniciosos norteamericanos hicieron estallar, con precisión matemática, el escándalo internacional.
Para blanquear, de inmediato, al Prófugo. Convertido, por mero acto borocotista, en Garganta frontal del FBI. A los efectos de recibir, desatada la enfática “operación basura”, debidamente cableado por expertos, a los emisarios venezolanos.
Una manga de aventureros asociados que pretendían llevarlo, al Prófugo, y a cambio de millones de glucolines, por el camino del bien.
Persuadirlo para que se hiciera cargo de la propiedad de aquellos glucolines que quedaron a disposición en Buenos Aires. Y evitar la trascendencia, extendidamente nociva, del basural. Que enloda, miserablemente, a dos gobiernos revolucionarios. Fue el objetivo logrado.

Acierta, entonces, Kirchner, al reclamar, a los Estados Unidos, al Prófugo.
El Prófugo que dejó, impasible, el maletín en la Aduana. Aunque no vaciló en penetrar al país de utilería. Lo más campante. Del mismo modo en que partió. Con la satisfacción del lodazal cumplido.

En algo debe coincidirse, colectivamente, con la evaluación de Kirchner:
“Es una vergüenza”.

Faulkner

Con su perversidad habitual, la CIA también se puso a operar desde la supuesta izquierda europea. Es una suerte que Nicolás Maduro haya sabido detectar, a tiempo, los tramposos mecanismos.
La CIA se las ingenió para operar desde el diario El País.
Para Maduro, El País también se encuentra al “servicio de las peores ideas”. Porque mantienen, estos progresistas europeos, “una visión colonial y racista”, de las transformaciones sociopolíticas. Las que se registran en el sur del continente, con nuevos liderazgos.
Como el de Chávez, el Evo. O los Kirchner.
La culpa de El País consistió en editar, en la portada del Suplemento Domingo, una producción firmada por John Carlin. Con seguridad, un agente.
Trátase de La Conexión Venezolana de las FARC. El título, de por sí, contiene la impertinencia de una provocación.
El texto indica que las FARC mantienen, en territorio venezolano, un Santuario.
Dista de aludir al “Santuario” de aquella novela iniciática de William Faulkner. Una obra que es, para Albert Camus, superior, incluso, a “El sonido y la furia”, o “Absalón Absalon”. Narrativa de Faulkner que recrea la magia del imaginario Yoknapatawpha.
El Santuario de El País, el de Carlin, alude al Santuario de la guerrilla colombiana. Aunque situado, el Santuario, en territorio bolivariano.
Santuario entendido, aquí, como área de recogimiento. De entrenamiento de combatientes y de protección política, en abierta connivencia con el transversalismo del narcotráfico. Al amparo saludable del líder más transformador.
En Venezuela, según Carlin, las FARC conservan cuatro campamentos. Las relaciones de las FARC, con el hegemónico bolivarianismo, atraviesan un momento solidario de esplendor.
Síntesis histórica, basada en coincidencias inesperadas. La revolución latinoamericana aún es posible.
Basado en testimonios de cuatro guerrilleros que desertaron, Carlin, acaso un agente secreto presentado como periodista, rebela, desde El País, algunos datos de impacto.
Por ejemplo que Ingrid Betancourt, la rehén principal de las FARC, estuvo en el Santuario. Secuestrada.

La imprudencia del dato motiva, con seguridad, que -en el caso utópico que el dato fuera cierto-, la señora Betancourt haya sido inmediatamente trasladada.

Gallegos, “Doña Bárbara”

La malicia informativa del basural se ensaña, en extremo, con el bolivarianismo.
Indica, además, que la señora Betancourt estuvo alojada en las afueras del poblado de Elorza.
Elorza es parte del municipio, más literario aún, de Rómulo Gallegos.
Alude al autor de Doña Bárbara, célebre novela, de 1929, que anticipaba, en más de tres décadas, el próximo boom de la literatura latinoamericana.
La lectura de Doña Bárbara podría generar, probablemente, obvias identificaciones. En la señora presidente, sin ir más lejos, de la Argentina.
Elorza, municipio Rómulo Gallegos, condado de Apure.
Para mayor precisión, el agente Carlin indica que el Santuario era supervisado por Germán Briceño. Alias Grannobles. Un miembro del Estado Mayor de las FARC.

Alma llanera

Para llegar a Apure, basta, aún sin necesidad de saberse “el hermano de la espuma, de las garzas y las rosas”, con cruzar el Arauca “Vibrador”.
Trátase del río Arauca que signa, sin siquiera vibrar, la frontera entre Colombia y Venezuela.
El basural del Santuario mantiene el objetivo de devaluar los colosales atributos de mediador del presidente Chávez. Y de hacerlo despertar, a Uribe, de la sublime siesta neoliberal. A los efectos de desenmascarar la mediación del comedido que se proyectaba. Lanzado a la liberación de rehenes que, en cierto sentido, también le pertenecen.
Según la basura del imperio, para Chávez es bastante fácil mediar. Porque la Betancourt, se encontraba, con su consentimiento, en territorio venezolano.
Vigilada por expertos que lo tienen, a Chávez, en la condición de ídolo. Como Estación ideológicamente Terminal.

Final con Gelman

Para interpretar la literatura del Santuario, hay que recurrir, como siempre, a la poesía.
Entender los riesgos de “El juego en que andamos”.
Las comillas aluden al título del librito de poemas del mejor Juan Gelman. Fue editado en 1959. Dice, a pesar de Gelman:
“La salud de saber que estamos muy enfermos/…la dicha de andar tan infelices”.

Los Kirchner tienen la obligación de conocer las reglas del juego en que andan.
Juego al que someten, irresponsablemente, a la Argentina.
En un contexto menos lírico, costará desprenderse de las consecuencias. De la sucesión previsible de basurales, a los que arrastran estos juegos. De chiquilines cincuentones, inconcientemente amateurs. Juegan con fuego.

Carolina Mantegari
para JorgeAsísDigital

permitida la reproducción,
sin citación de fuente.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Tobogán

Por Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital

Crece, entre los empresarios involucrados, los De Vido dependientes, la preocupación por el destino de De Vido.
Surge, la desazón, como consecuencia del desgaste paulatino del superministro de referencia.
La pérdida del poder se percibe en la pérdida simultánea del respeto y del temor.
Ya no es sólo la señora Carrió. Hoy cualquiera se le anima. Y lo impugnan, de manera indirecta, desde los grandes medios.
En la actualidad, Julio De Vido es, incluso, hasta protagonista involuntario de dos libros. Donde se recrea, con detalladas amplificaciones, la atmósfera descripta. La proeza cotidiana que conocen los miles de visitantes del Portal.
Al menos, desde la publicación del texto cordialmente inspirador, “Club de los 500″. Fue subido en el 2005 (ver “La marroquinería política”, 2006).
Para que conste en actas.

Amateurismo

Por los capítulos que aún faltan, la miniserie de la valija, o la marroquinería bolivariana, puede arrastrarlo al ministro. En un lapso relativamente inmediato.
Téngase en cuenta que desde el gobierno, al menos hasta hoy, manejaron la desbordante miniserie con un amateurismo estremecedor.
Los desorientados corren, detrás de los episodios que condenan.
A los amateurs les instalaron, por si fuera poco, una teoría humillante. Para colmo falsa. Que los ochocientos mil dólares del Gordo Antonini venían para financiar la campaña presidencial de la señora Cristina.
Como si, al vigente Sistema Recaudatorio de Acumulación (creado por Kirchner, instrumentado principalmente por De Vido), le hiciera falta recurrir, para hacerse de fondos, a semejante berretería.
Porque se trata de un monto comparable, sin exagerar, a una propina.
El simulacro del kirchnerismo puede carecer, perfectamente, de ideas. Pero dinero le sobra. Como los multiplicados canales para juntarlo.

Vísperas

Con la pituitaria adiestrada, los “De Vido dependientes”, los titanes de las licitaciones, los equilibristas de los artificios cartelizados, suelen percibir el sabor amargo de las vísperas. Del deslizamiento en el tobogán de la desgracia. O de la próxima adversidad.
Asimismo, asisten al sistemático fortalecimiento del adversario interno.
El ascenso de Alberto Fernández complementa el panorama temerario.
Para colmo el Alberto, el irreconocido sonetista popular, sale, como un cruzado, a poner la cara. Y hasta la firma, en la impotencia declaratoria de alguna columna de domingo. Sale en nombre del honor del Cesarismo Conyugal, definitivamente quebrantado en su moralidad.
El Alberto parece sobreactuar la tendencia incendiaria hacia el arrojo. Con las tristes argumentaciones de amateur. Para colmo imitadas, contagiosamente, por la indolencia intelectual de los otros funcionarios, tan solidarios como ineficaces.

Recuadro

Disciplinadamente, sin otra alternativa, De Vido supo tolerar el laberinto del esmerilamiento. Kirchner solía impedirle que saliera, según nuestras fuentes, al cuadrilátero de los medios, para defenderse.
De todos modos, al ser reconfirmado como ministro, asistió a una especie de revalorización. Al extremo de considerárselo, en un momento, para los “De Vido dependientes”, como gloriosamente irreemplazable.
Porque: ¿quién podía encontrarse en condiciones de instrumentar tanta cantidad de negocios, como Julito? Nadie.
Pero De Vido arrastra, en su tobogán, el desmantelamiento de la estructura que instrumenta. Confeccionada con elemental eficacia. Para consolidar, desde el poder, la multiplicidad de los negocios.
Sin embargo, después de la jura, De Vido debió darse cuenta que venían, invariablemente, por él. Y que la ofensiva del esmerilamiento no había cesado.
Por ejemplo al consignar que Clarín, desde la expresiva perversidad de un recuadro, pudo registrar la frialdad de la señora Cristina. Cuando le tomó, resignada, el juramento.
Aquel recuadro, para los De Vido dependientes, se debió a la liminar orientación del Alberto.

Cancha inclinada

La sospecha, de hallarse en las vísperas, se extiende y prospera. Fundamentada por los acontecimientos de Miami. Por los capítulos seriales que se avecinan.
Puede asegurarse que no alcanza, a esta altura, para apaciguar, con la cabeza de Uberti, oportunamente rebanada.
Sigilosamente se lanza a rodar la bola de nieve. La de la responsabilidad final. De De Vido.
Por lo tanto, si prosigue en la pendiente del tobogán, con el agravamiento de la cancha inclinada, el Cesarismo Conyugal tendrá que entregarlo. Basta con soltarle la mano.
De la cancha inclinada tampoco podrá rescatarlo el exclusivo protector. Es un poco menos poderoso que Kirchner y Magnetto. Es decir, es Moyano. El Amigo Subsidiado.
Moyano salió a respaldarlo, a De Vido, en la plenitud del esmerilamiento. Y a lo guapo. Por los códigos barriales de los subsidios. Y por otros repartos, frontalmente espirituales.
Pero Moyano tampoco preveía que, en la ceremonia de aquel respaldo, se agudizaba la doble devaluación.
La devaluación de De Vido. Y la propia. La devaluación de Moyano.
Socios, también, en las estratégicas desventuras.

Cercos

A Moyano se lo esmerila, en cambio, con la simultaneidad de diversos cercos.
El cerco más leve alude a la infamia de ciertas puñaladas, registradas en un estacionamiento de Rosario. Sin embargo, el cerco más grave es político.
El reconocimiento que presenta el ropaje de la ingratitud. Con el dramatismo de la traición. Por la personería gremial de la CTA.
Esmerilamiento que se le viene, irreparablemente, encima. Supera la frontera del agravio. Hasta sacarlo de la cancha.

Conste que Kirchner se despidió, formalmente, del gobierno, sin dejar resuelta la máxima reivindicación de Moyano. Resignaba una alianza vital, con uno de los dos hombres que más teme.
La reivindicación de mínima, de Moyano, consistía en lograr el apoyo del Cesarismo Conyugal. Para su reelección, al frente de la CGT.
La falta de apoyo representa entonces la crueldad del tercer cerco. En adelante, Moyano brilla. Radiante, de tanto esmeril.

Por lo tanto se vaticina un 2008, pleno de acción y aventuras.
Porque va a costar arrancarlo, a Moyano, del sitial. Al que tanto le costó acceder.
Kirchner exhibe su vulnerable noción de la virilidad. Al transferirle a su esposa la decisión política de estampillarlo a Moyano. De ponerle límites. Game Over.
Por lo tanto la dama, como la sociedad, debiera estar preparada. Para asumir, presumiblemente, el efecto de los estampidos.

Oberdán Rocamora
Para JorgeAsísDigital

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Llave en mano

El keynesianismo no se detiene.

Mañana, sin ir más lejos, estaremos en Enarsa. En la invención que Romero supo bautizar, con agudeza, Enfarsa.
El festín del conveniente keynesianismo no se detiene. Se abren las ofertas de otra Licitación Pública Internacional.
“Adquisición e instalación, llave en mano, de cinco centrales de generación eléctrica”.
La gesta, apenas nominalmente, es controlada por Ezequiel Espinoza. Es aquel funcionario que respondía al ascendente Mario Das Neves, máximo caudillo del Chubut.
Espinoza, por lo que sabemos, participa de una desdicha extendida entre tantos funcionarios del kirchnerismo. Es de los que siempre saben, pero sólo ven pasar, las valijas. Pletóricas de glucolines, que pasan de largo. Sin que se detenga, para la gloria personal, siquiera una. Pobre.

Para la gesta de esta “llave en mano”, a Espinoza le dibujaron un presupuesto de tres mil doscientos cincuenta millones de glucolines patrios. Poco más de mil millones de dólares.
Las empresas anotadas, según nuestras fuentes, para atrapar la “llave en mano”, son seis. Las que adquirieron el respectivo pliego, por 15 mil pesos, en glucolines de curso legal.
De las seis, cuatro, o por lo menos tres de ellas, mantienen el solapado destino de acompañantes especulativos. Hasta que les llegue la sortija de la próxima oportunidad.
Por lo tanto Ansaldo Argentina, Sadefem Equipamientos, y probablemente los gallegos de Isolux, pueden considerarse dignas acompañadoras. En la espera de patear el penal. Para atrapar la propia llave en mano.
Si se acompaña con el decoro discreto del silencio, la sortija tarda. Pero la llave, en mano, siempre llega.
En cambio, las otras tres, se perfilan como las envidiables empresas del comisario.
La Siemens (versión Power Generation), que es siempre generosamente amplia para las asociaciones. Abierta a la magia de las componendas.
Y otras dos firmas dichosamente funcionales. Pertenecen a empresarios invalorables, definitivamente consagrados por la perversidad del Portal.
Es IECSA, ex del Padrino Macri. Hoy, del sobrinísimo, el señor Calcaterra. Empresario en lícita proyección, que se obstina en negar, a lector del Portal que se le cruce, que es un “calcaterro”.
Calcaterra no es, que conste, ningún “calcaterro”. Y menos aún del socio mayor. De Lázaro, El Resucitado.
La restante es Construcciones Térmicas. Una variable que controla, en apariencias, la máxima revelación del Portal. Trátase de don Gerardo Luis Ferreira. Estrella, junto con Acosta, de Electroingeniería. Empresa que sobrepasó, desde Córdoba, en materia de acumulación de obras y de glucolines, la barrera del sonido.

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Cables mezclados

En carretilla, pero con mística revolucionaria.

Entre los “De Vido dependientes”. Es decir, entre los aventureros transitoriamente identificados con el destino del ministro De Vido, suele comentarse, con mayor perplejidad que malicia, algún aspecto patológico de la conducta de don Gerardo.
Consecuencias, aducen, del pasado revolucionario del sujeto. Por tantos dolorosos años, transcurridos en prisión.
Parece ser que a Ferreira, en determinados momentos, se le mezcla el cablerío. Hasta confundirlos. Conste que no son, precisamente, los cables del Club de los 500, que lo enriquecieron.
Confiesa, cierta Garganta, que en alguna cumbre selecta, se aludía a las rodajas de la colaboración con el socio invisible. Para depositar la ofrenda, hacia arriba. Hacia el Gran Hermano, el protector.
Según Garganta, alguien se quejó de la intensidad de la ofrenda. Entonces Ferreira, en versión de Garganta, se les despachó con una desgarradora interpretación ideológica.
“La plata para la política es la plata para el pueblo. Y con la plata para el pueblo no se j…”.
Al margen del desorden generado por la mezcla del cablerío, Ferreira emerge, en apariencias, como el emblema empresarial del kirchnerismo que brinda mayor sustancia para la serena reflexión.
Al combinar la racionalidad de las enormes diferencias gananciales, con las interpretaciones que rozan la mística revolucionaria. Según un prestigioso psicoanalista consultado, Ferreira, al acumular dinero, esfinge del poder en el capitalismo, parece saldar, dramáticamente, algún dilema generacional.
De todos modos, cierto gerente es menos sensible que el estudioso consultado. Pero su veredicto es igualmente ilustrativo: - “Se la lleva en carretilla, pero los humilla a los otros empresarios, los hace sentir culpables, haciéndose aún el revolucionario”.

Ocurre que Ferreira amontona obras a granel. Más, incluso, de las que reparte.
Y cuando se reúne con sus pares, con los otros De Vido dependientes, los que también se la llevan en carretilla, Ferreira suele obstinarse en elogiar la política humanitaria del gobierno.
Entre los arrebatos emocionales de la carretilla, les dice, por ejemplo, que ya “recuperaron ochenta hijos”.
Pero que les “falta recuperar, todavía, otros 400 chicos más”.

Oberdán Rocamora
Continuará
Manténgase conectado.

martes, 11 de diciembre de 2007

Intromisión humanitaria


por Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital

La movilización sensible deriva, al fin y al cabo, en una frontal intromisión.
Es a los efectos humanitarios, pero una injerencia al fin. Promover, con tanto énfasis, la liberación de la señora Ingrid Betancourt. Una causa instrumentada, desde Buenos Aires, por el Primer Ministro de Francia, François Fillon. Por encargo de su presidente, Nicolás Sarkozy.
Semejante empeño, contagiosamente conmovedor, de discutible eficacia geopolítica, logró cautivar, incluso, hasta a los Kirchner. Y proporcionarles, en simultáneo, una ostensible atención internacional. Para la notable ceremonia que generaban los argentinos. Con rescatables ribetes de pintoresquismo democrático. La insólita transferencia del mando, entre cónyuges. Corolario prescindible del melodrama triunfal. Del país estructurado, en el fondo, para producir otra miniserie.

En efecto, el acontecimiento doméstico, brindado por el inagotable poder local, hubiera merecido, en otro momento histórico, algún recuadro. Una sugestiva crónica de color. Sin embargo, la transferencia matrimonial, con la presencia asegurada de la mayoría de los presidentes del vecindario, deparaba una oportunidad para el amontonamiento. Sarkozy, por intermediación de la diplomacia, no podía desperdiciarla.

De manera que la “causa justa” de la señora Betancourt fue la razón principal del desplazamiento, del Primer Ministro, M. Fillon, hacia la Argentina.
Una motivación superior, por ejemplo, que la de haber logrado el sublime negocio del Tren Bala. Para la Alstom, una de las peores empresas de Francia. Deficitaria, como una mala cocotte. Refundida hasta el paroxismo, y siempre subsidiada.

Las cruzadas

Al componerse la impertinencia del presente despacho, M. Fillon debe suponer, mientras regresa, haber alineado, para la grandeza de su cruzada ética, a los presidentes que participaron, en Buenos Aires, del desgarrador episodio matrimonial.
Pero antes de regresar, M. Fillon debía mantener, según nuestras fuentes, en la noche de ayer, un reservado encuentro bilateral, con Chávez. Es el otro mediador. El hipersensible humanista que supo lucirse, con los arrebatos de la misma causa, en el esternón de París.
Fue diez días atrás, cuando Chávez volvía de participar en las deliberaciones de otra cruzada un tanto menos noble. Como la cumbre petrolera de Arabia Saudita. Y de las conciliaciones de otra visita fugaz, a otro hombre fuerte que atraviesa, en Irán, su personal declinación política. Ahmadinejad, otro adalid, como Chávez, de la paz universal.

Para Sarkozy, lograr la libertad de la señora Betancourt representa una reparación de índole nacional. Es un tema, a esta altura, de política interior.
De cultura francesa, la señora Betancourt, precandidata a la presidencia de Colombia, desde hace cinco años se encuentra secuestrada por las extorsivas FARC. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. La antigua guerrilla la mantiene, a la señora Betancourt, en la condición de rehén más presentable. Facilitadora de las más ambiciosas concesiones que se le reclama al enemigo. El Estado de Colombia.

La cuestión Betancourt derivó en una situación límite.
Un emblema que renueva, hasta legitimarla, la discusión relativa al derecho a la injerencia. El punto, acaso más sensiblemente conflictivo, de la agenda multilateral.

Injerencia / ingerencia

La injerencia, con j o con g, consiste, en definitiva, en la habilitación internacional, de cualquier Estado, para entrometerse.
Para husmear entre el manejo de los trapos sucios, recatadamente íntimos, de otros Estados.
En el Caso Betancourt, moviliza el manto ético de la solidaridad humanitaria. El valor que complementa el circuito frontal de la extorsión. Implementado, exitosamente, por la guerrilla.
La organización que se digna ofrecer, a su rehén principal, en el mercado, siempre redituable, de la ausencia.

En la práctica, a través de la instalación del dolor que genera el secuestro, la comunidad internacional, animada por Francia y Venezuela, y con adeptos de pronunciamiento precoz -como los Kirchner-, se entromete en la estrategia de Colombia.
O lo que es lo mismo, del presidente Uribe. Quien porta el virus, extrañamente diferenciador, de ser aliado principal de los Estados Unidos. O de Bush, que atraviesa su propia decadencia.
Acercamiento que es patéticamente terrible entre el inflamado etnicismo, que caracteriza la alborotada actualidad de la América del Sur.
Entonces Uribe no logra controlar las claves del litigio, abiertamente frontal, que mantiene con los secuestradores. Los enemigos se sirven hoy de otros presidentes. Para presionarlo.
En realidad, el conflicto armado supera, en Colombia, con las características de su complejidad, la angustiosa situación personal de la señora Betancourt. Y de su castigada familia, que, por su firme objetivo, no vacila en criticar a Uribe, justamente en los países del vecindario. Y expresar, asimismo, el beneplácito por la intermediación de Chávez.
“Es el único que puede conseguir algo”, suele decir su marido, en las emisiones televisivas. O tal vez su acongojada madre, ante los conmovidos periodistas locales que sacan, de inmediato, conveniente chapa de humanistas.
Ocurre que Chávez, como explican los parientes, es muy respetado, sobre todo por los atributos de su moralidad. Por los secuestradores de Ingrid. Los que sólo podrían enternecerse a través de su intermediación providencial.

Secesión

Lo que está en juego, para Colombia y Uribe, es la relación con el enemigo secesionista.
Las FARC se las ingeniaron para sensibilizar, en contra de Uribe, al conglomerado de los distraídos que conforman la opinión pública internacional.
Conste que las FARC, la guerrilla liderada por sexagenarios, reconoce la existencia de una virtual secesión territorial. País diseccionado, Colombia se encuentra multiplicado de entrecruzamientos y complejidades. Abandonado a la tristeza de la incomprensión, a la ferocidad del desconocimiento. Diezmado por la virulencia de los grupos paramilitares. Y por los segmentos transversales del narcotráfico que contaminan, de manera creciente, a gran parte de su sociedad.
La fracción territorial, donde impera Marulanda, el líder histórico de las FARC, mantiene un formidable capital de inversión de riesgo. 44 rehenes.
Un material que consagra, en el fondo, la ejemplaridad de la extorsión política. Como medio de consolidación y crecimiento.
Por lo tanto, los sensibilizados estadistas del vecindario, pueden tranquilamente anexarse, con facilidad, a la “causa justa”, por la liberación de Betancourt. Pueden colmarse del beneplácito de la ética. Mientras tanto se atenúa, en el primer plano, el propósito de la simultánea liberación, pero en carácter de trueque, de los 500 guerrilleros presos.
Ellos, son los 500 héroes, o los mártires, los que volverían, a más tardar al día siguiente, a luchar, otra vez, contra los intereses del estado colombiano. En nombre de los objetivos emancipadores de una organización armada, anquilosada y añeja. Pero que se siente, de pronto, históricamente reivindicada. Paradójicamente identificada, con las posturas de Chávez. El mandatario del país vecino, que revoluciona el continente a partir del turbulento bolivarianismo. Con la potencia, ideológicamente esclarecedora, del arsenal de su billetera.

Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsísDigital

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Doble setentismo

La señora va también por los excesos de la Guerra de la Triple Alianza.

Los presidentes del vecindario sirvieron para emocionarse con la gestación del Banco del Sur. Para celebrar la etnicidad del Evo. Para endulzarlo a Lula. Oxigenar a un Chávez que llegaba vencido.
(A Tabaré, como estaba ausente, no se lo pudo amonestar).
La circunstancia del Banco indujo, a la señora Cristina, a deslizarse a través del desborde de su inquietante oralidad.
Por pudor, o por desinformación, el desborde resultó casi inadvertido para la prensa internacional. Y para no herir la susceptibilidad de La Nación, no lo trató la prensa local.

Fueron palabras, supuestamente laudatorias, las que la señora Cristina dirigió hacia su colega paraguayo, Nicanor Duarte Frutos.
Salpicaron, las palabras, al indemne Lula. Un estadista que pertenece al Brasil menos preocupado, que los argentinos, por los altibajos, desencuentros y excesos que arrastra la historia.
Las palabras instalaron, en el escenario, la pasión doblemente setentista de la señora.
Porque, no conforme con el manoseo setentista de las desmesuras del siglo veinte, la señora Cristina decidió emprenderla, también, contra el setentismo del siglo diecinueve.
Porque se refirió a la masacre del pueblo paraguayo. Registrado en la llamada Guerra de la Triple Alianza. De cuando el mariscal Francisco Solano López, al que ella calificó de héroe, condujo, irresponsablemente, a su admirable país, en pleno proceso erróneo de expansión, hacia una guerra, alocadamente simultánea. En contra de Brasil, de la Argentina (que pretendía, como siempre, ser neutral). Y, sobre todo, con el Uruguay.
Una Guerra, la de la Triple Alianza, que nos tienda a lanzar conceptos similarmente fáciles. Preferible reservarlos para un próximo despacho, que ojalá nunca ocurra.
Una guerra que fue motivada, en su aspecto más anecdótico, por una clásica interna de los uruguayos. Entre Blancos y Colorados. Sin embargo la Argentina, que ya se aferraba al virus de la neutralidad, debió entrometerse en el asunto, apenas, por no dejarlos pasar. A los paraguayos, por su territorio. Por Corrientes, precisamente, y para masacrar a los uruguayos.
La circunstancia setentista, en el diecinueve, para la Argentina, alude a su relativa pasión por la neutralidad. Postura que derivaría, en contiendas más serias del siglo veinte, en una clave. Ideal para profundizar, en el casino de la geopolítica, la sistemática declinación nacional. Un deporte intelectual que fascina, cada vez, a menos interesados en debatirlo. El esclarecimiento de la declinación. Tema de seminario.
La pendiente, en cuesta abajo, demasiado pronunciada. Que culmina, transitoriamente, en la desertificación dirigencial de la actualidad. La que gesta gobernantes, como los de referencia, que se legitiman por la insustancialidad de los opositores.

O.A.D.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Teorema

por Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital

Tregua, para la paz de los agasajos sociales. Instancias patrióticas de emotivos juramentos, abrazos conmovedores. Festival de los auspiciosos augurios.
Entrañable amigo e inolvidable escritor, Oscar Barros, criminalmente desaparecido, podía definir como la “etapa del cuaderno nuevo”. Primeras páginas, con letra prolija.
Con la resignación de los manchones, que invariablemente van a aparecer.

En gran parte por responsabilidad de Kirchner, el sistema político-mediático no aguanta una semana sin conflicto movilizador. Con atinada base informativa, surge el litigio conjetural. Se impone, a partir de la crispación de la realidad, una sujeción extraña hacia el vaticinio.
La “glándula de la profecía”. Como suele definir Ignacio Zuleta, con su lucidez frontal.

Forasteros

Protagonistas excluyentes, Scioli y Macri, del conflicto conjetural.
Trátase de los dos potenciales forasteros de la política.
Los forasteros se proyectan, desde la incertidumbre de las próximas gestiones, para alcanzar la cima del palo enjabonado, en el 2011. O antes, para los fundamentalistas anónimos del pesimismo.
Por lo tanto el quirófano, entre tantas operaciones en marcha, es incontrolable.
Abundan, en desfile de camillas, las operaciones desatadas, con discreto salvajismo, en contra de ambos. De los forasteros, definitivamente instalados en el lenguaje del poder.
Aún antes de haber asumido, Scioli y Macri, parecen atravesar las fronteras de la cuenta regresiva.
Vamos, en este capítulo de la miniserie, con el esmerilamiento de Scioli. El líder del peronismo motonáutico. Gran campeón de categorías imaginarias. Titular de la Línea Aire y Sol. Cultor de la ideología atlética del vitalismo.

El Calabró

Si apuntaran con rigor, los esmeriladores, en general adictos a los efluvios del Cesarismo Conyugal, debieran preocuparse, bastante más, por Balestrini que por Scioli.
Sin embargo, para esmerilarlo a Scioli, a Balestrini ya suelen tildarlo como el Calabró del sigloveintiuno. En evocación de aquel Tano Calabró. El vicegobernador que en 1973 ocupó, muy pronto, el lugar de Bidegain.
Cuenta la Garganta que Balestrini no vaciló, por ejemplo, en ponerles límites a los Kirchner.
Fue cuando, separadamente, Balestrini rechazó la idea presidencial de llevar, en La Matanza, la colectora liderada por Cevallos, alias El Huevo.
Los cesaristas conyugales pretendían hacerle, a Balestrini, el jueguito perverso que le hicieron, con resultados satisfactorios, en Lanús y en Quilmes, al eterno Quindimil, y a Villordo. Pero decir Villordo significa aludir a Aníbal Fernández.
La Garganta indica que Balestrini, antes de cortarles el teléfono a los césares, alcanzó a decirles que, si llegaban a armarle la colectora del Huevo, que se buscaran, en lo posible, a otro para la vicegobernación. Porque iba, en tal caso, como candidato a intendente de La Matanza. Sin llevar una candidatura presidencial.
Según la Garganta inapelable, ante Balestrini, los dos Kirchner, los Césares, arrugaron.
La “balestrinada” sirvió para que Néstor, con firme coherencia, confirmara su condición de “duro en el difícil arte de arrugar”.

Teorema

Garganta anuncia, en el pizarrón, la hipótesis del Teorema.
“Scioli no quiere que le pase lo mismo que le pasó a Solá”.
Garganta desarrolla, con un puntero, la línea argumental:
“Como Scioli es un garca, va a evitar que Kirchner lo garque. Como Kirchner lo garcó a Solá.
Scioli va a aguantar la ofensiva. Va a hacerse el Scioli”.

Aquí concluye, antes de los aplausos, la demostración del temerario teorema.
“Scioli va a garcarlo a Kirchner, en el momento propicio”.

Quirófano

Le bajaron, desde arriba, a Scioli, el pulgar. Tiene, a lo sumo, para tres meses. Lo comentan en cualquier bar mistongo del suburbio.
A determinados empresarios, les advierten que traten de despegarse.
Desde la nación, aseguran, para apretarlo, que no bajará un mango de más.
Por el déficit, la provincia se encuentra en vísperas de crear otro patacón artificial.
Aparte, cuentan, Kirchner ya lo puenteó, a Scioli, con los intendentes. Mantienen línea propia.
Los alcaldes, se dice, están indignados, porque, en el gabinete de Scioli, abundan los parientes. Los contadores de licuadoras y ventiladores, mientras escasea la superstición del peronismo.
A los intendentes, Kirchner los maneja, dicen, por control remoto. Con la prepotencia de los ladrillos y con la densidad del asfalto. A través de los legendarios caudillos populares. José López, alias El Neolopecito, y De Vido.
Aunque Scioli, para aliviarlo de Skanska al caudillo De Vido, debió recurrir, a través del desinteresado empresario comunicador que se merece una miniserie, a la hipotética sabiduría, en materia de seguridad, del Fiscal Stornelli. Con el agravante, casi grotesco, que el Fiscal, a si mismo, se tomó demasiado en serio. Supone, en su exaltación lírica, que Giuliani es comparativamente un poroto. Que lo convocaron por sus invalorables méritos. De ningún modo para apartarlo de las esquirlas de la causa que les preocupa, en principio, a los actuales esmeriladores.
Después del juramento y los abrazos, vendrá otro capítulo al respecto. Con la participación especial de Frank Holder, que le trajo a Patricia Janiot. Con el comisario Salcedo (que aún “le debe un borracho a la policía”), y de cierto dúo de comisarios retirados que suelen producirle, en especial a la señora Cristina, reacciones alérgicas, manchas en la piel y urticaria.

En la plenitud del esmerilamiento, se difunde, por último, el malestar de los Césares. Porque Scioli se proyectó sin permiso. Al programar, para colmo, con Macri, una Cumbre de Esmerilados. Debió suspenderse.

Cicuta

En la lícita paranoia, los sciolistas contratados, según nuestras fuentes, atribuyen la ofensiva a una acción instrumentada por la perversidad de 25 de Mayo 11. Por la persistente inteligencia de Jaimito. En supuestas operaciones, conciliadas con fuertes periodistas que se sitúan, sólo por mera petulancia informativa, a la vanguardia del esmerilamiento.
La interna, con entrecruzamientos divertidos, conforma, en la miniserie, un capítulo aparte.

Para completar el presente, debe saberse, ante todo, que la legitimidad natural de Scioli reside en la certeza de la inconveniencia del incendio. En que el fracaso prematuro no es negocio para nadie. Una chispa extendida, desde la provincia de Buenos Aires, puede derivar en el posible incendio del país.
Desde lo táctico, Scioli necesita aguantar, estratégicamente, la conjetural adversidad.
Para atemperarla, debe colocar su habitual rostro de distraído. Simular, despreocupadamente, que va “para adelante”. Con la memoria del previsible recitado, repetido hasta la insustancialidad.
Scioli debe hacerse, en definitiva, el Scioli. Como lo sugiere la Garganta, en el Teorema que mantiene un destino de celebridad.
Y recurrir al obstinamiento que lo ayudó a soportar los cuatro años de fortalecedoras humillaciones, provechosamente vejatorias. Hasta llegar, con el autismo positivista de la fe, a la condición de figura indispensable.
Con la digestión blindada, Scioli, el titular de la Línea Aire y Sol, se traga, cotidianamente, la cicuta del esmerilamiento.

Oberdán Rocamora
Continuará
Manténgase conectado.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Jergas

escribe Carolina Mantegari
Semiología-Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital

“Los argentinos nos merecemos, de nosotros mismos, un mejor relato”.
Sentencia de la señora Cristina, en el Hotel Intercontinental. Hablaba, con serena solvencia, desde “el lugar” de la Presidenta electa. Entre la euforia previsible de los entusiastas adherentes que fingían entenderla.
Ella suele referirse, con frecuencia, a “La construcción del relato”. Asimismo, pondera la necesidad de “Cambiar los espejos”. De “Facilitar la mirada del Otro”. De “Asumir la historia”. A veces, por si no bastara, desde “El no lugar, que es también un lugar”.
A través de la jerga, la señora sobrevuela, con sistemática eficiencia, el clandestino circuito de los valijeros. Para dirigirse hacia los interlocutores preferenciales. De la dimensión, idílicamente reconocida, del pensador más gordito de los Feinmann. O del referencial más sólido, Horacio González, con la potencia protectora del bigotón que lo asemeja a Lavolpe. Menos que a Viñas.
Basta, con la jerga elitista de los significantes, para que el resto de los interlocutores, aunque sin tanta formación, logren captar la desmesura ontológica de las distancias.
Aunque, quienes la aplaudan, sean los funcionarios con cama adentro. Los que conocen parcialmente los secretos del Sistema Recaudatorio de Acumulación.
O los militantes, vagamente escépticos, que combinan deseos de revancha con los índices controlados de colesterol. O los voluntaristas que conservan atisbos exteriores de progresismo. Fastidiados por las conjunciones de lecturas inútiles. O los peronistas reversibles de medialuna enarbolada, que mantienen proyectos, individualmente providenciales, de lícita salvación.
Basta, además, que los votantes, aquellos que la contemplan por televisión, sepan que Cristina instala, en el plano del discurso, una magnitud superior. Aunque no comprendan la densidad presunta de sus mensajes. Alcanza para constatar que “la señora es más inteligente”. Un “cuadro”, como suele decirse, a los efectos de elogiarla. Propagadora, en definitiva, de una cultura para inmovilizar. Y estamparla. En la pared. (Pero esto último nunca debe decirse. Tampoco escribirse).

“Hay que ver con que relato abordamos el tema del INDEC”.
Así también reflexionó Cristina, en la impunidad frontal de un reciente reportaje. Ante funcionales periodistas de la Secretaría de Estado de Página 12.
Demasiados significantes para evitar el significado de esta crónica.

Fast food

Abuso del lenguaje. Impregnado, para colmo, con el tráfico del post modernismo de fast food. Autocalificada de “hegeliana”, Cristina suele exhibir, sin confrontaciones, una estructura intelectual, ostensiblemente superior, a la que propone, con franca elementalidad, su marido.
Sin embargo, a Kirchner le importa, saludablemente, muy poco, la jerga culturosa que suele fascinar a su mujer. Casi nada. En realidad, le importa un pepino.
Menos que “la construcción del relato”, a un insaciable como Kirchner, en general, lo movilizó, hasta aquí, la idea de situarse en la plenitud del centro distributivo de la política. A los efectos de generar, en todo caso, “el relato”. Que se narra, inconvenientemente, desde los medios, siempre cuestionados por el Cesarismo Conyugal. Medios acotados por la frontera liminar del recato. O por el pudor que atempera, si no la carencia total de arrojo, el mero ropaje de la autolimitación.
Consten los esfuerzos semánticos de esta cronista, para evitar el vocablo “autocensura”.
Desde el Portal, como aporte, puede intentarse el abordaje de la utopía conceptual. A los efectos de develar las claves hipotéticas de la interpretación. De la jerga, que admite, con beneplácito, el sobrio ejercicio de simulación de profundidad.

Conflicto

En 55 meses de atropellada hegemonía, en su “relato”, fatigosamente narrado desde los medios, Kirchner supo demostrar, ante todo, que no existe “política sin conflicto”.
En la práctica, Kirchner debiera enseñarle a Cristina que sin conflicto, precisamente, no hay relato.
La característica principal, en Kirchner, el productor del poder que sólo formalmente transfiere, consiste en la ejercitación activa del conflicto multiplicado. Hasta el infinito.
Y hasta identificarse, el conflicto, con él.
Es decir, el conflicto, en la Argentina, es Kirchner.

La asunción del conflicto le permitió, a Kirchner, en “el relato” aún no debidamente narrado, imponer la ficción del crecimiento.
Para adueñarse, además del poder vacante, de la historia. Con la pasiva indolencia de la sociedad apabullada por el relato de bajas calorías, generado desde los medios. Acotados, presionados admisiblemente por las diatribas cotidianas de los dueños del poder.
En este momento, dueños hasta de la historia.
Es el ejercicio absoluto del poder lo que le facilita a Kirchner la ostentación máxima. La que tanto sorprende en las civilizaciones más estructuradas, a través de los despachos de desorientados corresponsales que pugnan por entenderlos.
La ostentación de cederle el poder, en el plano exterior del relato, a Ella. A los efectos especiales de edificar el inédito Cesarismo Conyugal. El que la lucidez de Gramsci no alcanzó, siquiera, a imaginar.

Por lo tanto, resulta razonable que la sucesora, en su imaginario, se preocupe por “la construcción del relato de la política”.
Sobre todo porque ella se queda, exclusivamente, con “el relato”.
Debe asumir entonces el riesgo de recibir “el relato”, pero sin la política que lo sustenta. Y que Kirchner se lleva, a su pesar, arrastrada.
Con la crudeza de asumir que, al menos para “el relato de los medios”, puede resultar más interesante conocer la cotidianeidad de Kirchner, en las oficinas de Puerto Madero. Que la previsible monotonía aleatoria. La de los ecos que persisten en la Casa de Gobierno.

Porque Kirchner, al irse, puede llevarse, consigo, aparte de la política, la multiplicidad de los conflictos que se dilatan por la carencia de soluciones. Lo que de ningún modo significa, para ella, ni de lejos, la irrupción del desentumecimiento. O sea, la relajación del alivio. Al contrario, constituye un vaciamiento.
Y los conflictos, convertidos en virtuales quilombos, inexorablemente van a estallarle. A la sucesora puede costarle, en adelante, mucho más el control del “relato”. Lo único, entre nos, que le queda.
Porque Kirchner se le lleva, el próximo lunes, el “final de la historia”. Aunque ella se quede, al fin y al cabo, con la inutilidad del relato.
Desprotegida, ante “la Otredad”. Con la indulgencia maligna de las miradas vengativas, que buscan vanos espejos. Como en los poemas de Borges. O en los cuentos de Poe.

Merced a la fragilización de la sociedad, desde los resortes del gobierno, en la Argentina culturalmente monárquica puede acumularse un excesivo poder. Suficiente para sumergirse en la errónea tentación de digitar la historia.
Aunque la historia, irreparablemente, suele volverse encima. En contra, cada tanto, del digitador. Del que dependen, sólo transitoriamente, los ejes del conflicto.
Ejes del relato de la historia que nunca se puede narrar. Para la posteridad que a nadie le importa. Al menos, según la conveniencia del protagonista narrado. Y aunque se cambien, como sugiere Cristina, las miradas de todos los espejos.

Carolina Mantegari
Consultora Oximoron, para JorgeAsísDigital
(permitida la reproducción, incluso sin citación de fuente).

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La propia historia

La hija del Colectivero que llegó.

En vez de sostenerse en jerguitas inofensivas de construcciones lingüísticas, en divagaciones de otredades y elitismos de espejos, la señora Cristina podría disponer, con resultados más optimistas, de otros escenarios venturosos.
Sobre todo si decide profundizar, hasta la completa asunción, de su ocultada identidad -origen de probables complejos e inseguridades- de ser hija de Eduardo Fernández, El Colectivero.
Tal como lo revelara, gráficamente, el último domingo, en el Suplemento Observador, del semanario Perfil.
Es decir, Cristina debiera asumir la historia. Tal como, aconsejablemente, lo invoca. Así sea la propia historia. La angustiante, dificultosa. Confeccionada, sin mayor originalidad, por los profundos rencores que signaron, alborotadamente, el clima generacional.
En su eventual sinceramiento definitivo, Cristina podrá comprobar, en definitiva, que aquello que pudo, en la adolescencia, socialmente avergonzarla, hoy la legitima. Hasta reivindicarla.
O mejor: aquella atmósfera de supuesta negatividad, que la impulsaba a construir, sigilosamente, sus distancias, hoy consigue, por el logro de su destino, la paradoja de acercarla.
Para desentumecerle, en todo caso, la invulnerabilidad de la armadura. A los efectos de aproximarla, aún más, al semejante. A “la mirada del Otro”. Y así mostrar su epopeya, casi orgullosamente, entre los sectores populares. Los que suelen emocionarse y decidir elecciones. Los que pueden tomarla, emblemáticamente, con la combinación, siempre redituable, de identificación e idealización.
En trazo grueso, pueden tomarla, a Cristina, como el máximo ejemplo de la muchacha inquieta del barrio. Una Samantha, por una vez, triunfal. Una igual que, en definitiva, logró llegar. Merced a la superación, gloriosamente individual, de la sumatoria de desventuras, de postergaciones similares que permiten la aventura popular de la proyección.
Por lo tanto, desde la aledaña autenticidad de Tolosa, Cristina, la hija presuntuosa de Eduardo, El Colectivero, fue quien protagonizó la peripecia admirable, y a los efecto de “construir el propio relato”. Hasta alcanzar el peldaño inalcanzable, el más alto. Aunque haya dejado, en el camino, una colección de máscaras. Ensayos de poses hegelianas y arrebatos de imposturas. Entre la sucesión de simulaciones típicas de la escalera.

C.M.