martes, 22 de enero de 2008

ADIOS AL PJ

Segunda muerte
del General.

ADIOS AL PJ

Tío Plinio querido:
Enternece la fila imprevisible de felatiadores.
Sindicalistas adoradores que se encuadran, con sistemática voracidad. Sobrevivientes encolumnados de aquella paradójica "columna vertebral", melancólicamente transformada en una prótesis involuntaria. En siliconas lastimosamente ubicables.
Gobernadores dependientes que sobreactuan la omnipotencia del Operativo Clamor.
Por decenas. Los mandatarios hacen méritos para mantenerse. Incorporarse a la clamorosidad. Aferrados al estigma indeleble de la Caja.
Aunque varios de ellos, sigilosamente, desprecien, con énfasis, a quien se deben reportar.
Actuaciones especiales. El coro afiatado de los clamorosos intendentes del FAM.
En el rubro "otros", clamorean, sin ser extras, los legisladores piadosamente disciplinados. Entrañables excompañeros que se incorporan, con unanime docilidad, a la escenografía del Operativo.
Militantes pirandelianos en búsqueda de un Conductor.
Dos almas que en el mundo
Salvo irrelevantes testimonialismos, los Partidos Políticos, en general, en los costados menos insensatos de la tierra, suelen crearse con el objetivo, ambiciosamente expreso, de conquistar el Poder.
En la Argentina, por gravitación de la cultura peronista, el camino es a la inversa. Sólo después de asegurado el Poder es que se intenta construir el gran Partido Político que lo sustente.
Pasa igual, sin ir más lejos, en la Venezuela Bolivariana. La Madrastra Patria. "Dos almas que en el mundo". Es el bolero que bailan, abrazaditos, Kirchner y Chávez.
Ellos no se encuentran unificados, tío Plinio querido, tan sólo, por la abrumadora pasión por el ridículo.
Tampoco se encuentran mancomunados, exclusivamente, por la impune cotidianeidad de la marroquinería. (Al Gordo Antonini, nuestra embajadora en Caracas, debería condecorarlo)
Los aproxima, a las almas gemelas de los sensibles Chávez y Kirchner, el espejismo movilizador de dos clamores similares. La gestación de dos grandes Partidos.
Con admirable modestia, los caudillos fundacionales comienzan por reservarse, al unísono, en la excitación del bolero, el casillero del liderazgo.
Los Partidos que se construyen desde el Poder, suelen nutrirse, tío Plinio querido, del amparo moral que brinda el manejo arbitrario del Bandolerismo de Estado.
La teatralidad de Chávez induce a la gestación del partido oficialmente único. Es el sueño del PSUV, Partido Socialista Unificado de Venezuela. Engendrado, desde el Poder, a los efectos de canalizar la alucinada demencia del marxismo del siglo veintiuno.
La opacidad de Kirchner, en cambio, es más módica. Se inclina por liderar la eventual reconstrucción del degradado Partido Justicialista.
Desde la Unidad Básica de Puerto Madero, el Presidente Real se propone a recibir las montoneras de súplicas. Para que se imponga, el Providencial, al frente de la definitiva liquidación. De los penúltimos saldos del verano largo del peronismo.
Con el privilegio de portar, sin ingratas solemnidades, la manija principal del ataúd. Por las exequias sin grandeza, derivadas de la segunda muerte del General Perón.
Y de tantos muertos honrosos que nos instigan, desde la incomodidad de la memoria, a pesar de todo, a reanudar la épica, redituablemente mitificada, de La Resistencia.
El Movimiento ya nada tiene que ver, tío Plinio querido, con aquel "fenómeno maldito". Ni siquiera con la emotiva evocación de los mártires.
El peronismo, como Movimiento, está paralizado.
El tiempo venció por goleada a la organización.
En la cuesta abajo, tampoco supo utilizarse el instrumento electoral. El PJ. Diluído, en el último tramo, en la procaz humillación del Frente de la Victoria.
Servini Conducción
Por primera vez, Perón murió en 1974.
En adelante, el peronismo sólo pudo ser eficazmente conducido desde los Tribunales.
En materia institucional, lo poco de Partido formal que existe, se le debe, para ser justos, a la capacidad de maniobra de la Gran Conductora del Movimiento Nacional Justicialista. Trátase de la doctora Servini de Cubría. "Servini Conducción contra toda la Traición". Es la idonea jueza con competencia electoral. Una lástima que deba, la pobre, lidiar con los desbarajustes de otros trescientos esbozos de partidos.
Entre Servini, La Jefa Natural, y el difamado escudero Ramón Ruiz, un Juancito Duarte inclinado a la monogamia, se las ingeniaron, hasta aquí, para mantener vivo, con sueros elementales, al peronismo vegetal del PJ. A disposición, siempre, del que tenga el control ideológico de la chequera.
La superstición
A través del encanto febril de la inexistencia, el peronismo, paulatinamente, se convirtió en una superstición funcional.
Un conglomerado colectivamente a la carta. En condiciones para gerenciar cualquier sucesivo fracaso que se antepusiera. Para legitimar los borradores de las imposturas antagónicamente reversibles. Con baluartes anotados como miembros permanentes del inventario.
Predispuestos para privatizar, y después nacionalizar.
Para nacionalizar lo privatizado y privatizar, posteriormente, lo estatizado.
Pero siempre, en lo posible, desde el ejercicio del poder.
O lo que es lo mismo, desde afuera, a través de la instalación de la imposible gobernabilidad del otro.
Pese a la obscenidad del cuadro, es saludable conmoverse con la fila inagotable de próceres que se cuadran. Y exhiben la transitoria lealtad.
Trátase de los peronistas que pretenden, en la "media vuelta", infiltrarse en el otro bolero. El que signa la epopeya del neomontonerismo recaudador.
Zurditos improvisados. Progresistas de los 44 minutos del segundo tiempo. Doblegables que hacen cola para anotarse. Para manifestar la serena obediencia. Hacia el Jefe. El providencial dueño de la Caja. Kirchner.
Apotegma
Con los sindicatos y gobernadores en la bolsa, convenzase que nadie, en el fondo, tío Plinio querido, va a poner una moneda, para plantear, en disidencia, una interna nacional.
Para disputar, sin que este acordado, la jefatura incuestionable de Kirchner. Habrá, eso sí, amagues. Los Rodríguez Saa pueden emerger, a lo sumo, como los sparrings idealmente necesarios que se buscan. Para convalidar, en todo caso, la jefatura anunciada.
Pero los hermanos Barros Schelotto son demasiado peronistas, tío Plinio querido, para sumergirse en un decorado semejante.
"El que gana conduce y el que pierde acompaña".
Como lo esgrime el clásico apotegma. Emerge como argumento justificador para cobrar siempre. Mojar la medialuna sin costos.
Coma ahora, autocritíquese después. O simplemente apueste por las bondades del olvido manso. Sin asumir nunca los riesgos desaconsejables del llano. La alimentación en el desierto, a base de anchoas.
Vísperas
Son las vísperas, tío Plinio querido, de la segunda muerte de Perón.
Se asiste a la consagración triunfal del neomontonerismo recaudador.
Aquellos imberbes que le dieron la espalda al General, hoy se postulan para "depurar".
Por lo tanto, ya no hay más lugar para que prospere el versito del clásico apotegma. Gana Kirchner. Congratulaciones.
Sin embargo el Suscripto, afiliado a la popular extravagancia del PJ, vuelve, frontalmente, a perder. Pero sin el menor interés de acompañar.
Irrumpe entonces el momento indicado para despedirse.
Para apartarse, ponerse al costado, en la exacta instancia del Operativo Clamor.
Clamor, tío Plinio querido, de las p....
Adios al PJ.
Pero sin derramar, que conste, ningún vestigio de lágrima.

lunes, 21 de enero de 2008

BANDOLERISMO DE ESTADO


Salpicar a Macri para
diluir culpas de Kirchner


BANDOLERISMO DE ESTADO


por Carolina Mantegari
para "Oximoron, el Blog", banco de suplentes del JorgeAsísDigital

El Bandolerismo de Estado sustenta la ideología del Decreto 1851.

La significación, altamente agraviante, del texto jurídico, derivó en el primer hallazgo del año de Oberdán Rocamora. Para el Portal JorgeAsísDigital..

El Decreto de referencia fue firmado, el 5 de diciembre, por el Presidente Real. Convalidado, a través de la culposa expresividad del silencio, por la Presidente Delegada.

Refrendado, con la invalorable rúbrica, por la Hermana Alicia.

Y por Alberto Fernández, el atormentado sonetista post romántico.

Y publicado, en el manipulable Boletín Oficial, el 31 de diciembre.

En síntesis, el Decreto asegura la explotación del juego, en el hipódromo de Palermo, por los próximos 25 años, merecidamente, para el señor Cristóbal López.

Trátase del empresario del comisario. De La Casa.

Don Cristóbal López es, en materia de deslizamientos, lo más parecido a un socio. Para alguien, como Kirchner, incapacitado para tener socios.

Falsa corresponsabilidad

En textos posteriormente alusivos a la venalidad del Decreto 1851, puede percibirse, sin mayor estupor, el intento indirecto, de reposados editorialistas, de atenuar la responsabilidad del Presidente Kirchner. A los efectos de instalar, de manera funcional, el preventivo auxilio de la responsabilidad compartida. Cuestión de colocar, en el balde fecal, también a Mauricio Macri. Alcalde -recién estrenado- de Buenos Aires.

Complicidad de muchos, consuelo de cándidos.

Los articulistas, objetivamente movilizados, prefieren mostrarse ecuánimes. Se anotan en el vodevil de criticarlo a Kirchner. Pero, por las dudas, acaso para que el irascible Kirchner no se enoje, deciden enlodar, políticamente, a Macri.

Cronología

Sin intenciones de generar argumentos para una defensa innecesaria, se impone, aquí, clarificar las reglas (del negocio) del juego.

Ante todo, Kirchner firmó el Decreto 1851 el 5 de diciembre. Cinco días antes que Macri asumiera como alcalde. Está limpito, al menos, por una cuestión básica de inocencia cronológica.

Significa que los comentaristas desorientados deben asumir, frontalmente, que es Kirchner, con irreprochable exclusividad, el máximo merecedor del pase incesante de las facturas. Aunque les pese.

La pasión obscena por la impunidad se traduce, en el caso del Decreto, en una exhibición de poderío que devalua, hasta degradarlos, a los decorativos organismos de control.

Y agrede, hasta minimizarla, la propia identidad conceptual de la complaciente dirigencia opositora. Donde sólo parece anexarse la señora Carrió, hasta aquí. En el riesgoso camino de la virilidad política.

La Novia Ausente

Entonces la acción de prorrogar, hasta el difuso 2032, y para beneficio del señor Cristóbal López, la explotación apacible de las tres mil máquinas tragamonedas de Palermo (con el compromiso compulsivo de aumentarlas a 4500), es directa corresponsabilidad del Presidente Real. Y de la Presidente Delegada.

Aunque la dama coloque, para la fotografía, el rostro compungido del vals "La Novia Ausente".

Por lo tanto, trasladar mecánicamente la corresponsabilidad a Macri, es una forma, muy poco elegante, de diluir el acto sumario del Bandolerismo de Estado.

Una sospechosa precipitación de la voluntad.

Porque se le reprocha a Macri, a sólo cuarenta días de haber asumido el descontrol de la ciudad, lo que nunca, con algún rigor, se les reprochó a los antecesores.

En especial a Anibal Ibarra, el martir de Cerro Corá.

El eterno Fiscal Ibarra supo solidificar su alianza con Kirchner, a partir de la compartida cosmovisión progresista de las redituables tragaperras.

Y Jorge Telerman, el de la autocrítica tardía, por su kunderesca frivolidad.

A Telerman, pobre, de nada le valió haber remitido, sin escalas, hacia las oficinas de Balcarce, aquellos maletines, mensualmente morales, que procedían del barco.

Logia del Newman

Para el Portal, que inició la ola incontenible de la divulgación, no se puede condenar, al menos todavía, la carencia de una reacción de Macri.

La reacción que podría, según nuestras fuentes, producirse. En cualquier momento. Hay que esperarlo. El muchacho merece una simple batería de confianza.

Aunque el socio adherido a Cristóbal López, el señor Federico Achaval, sea un viejo amigo de Macri. Un miembro activo de la Logia Lautaro del Newman.

Pero es insuficiente, el lazo afectivo, para culpabilizar al alcalde.

Aunque el señor Achaval haya sido, inclusive, según nuestras fuentes, un sostén espiritualmente financiero del auspicioso PRO(yecto político) de Macri.

Por si no bastara, según Gargantas académicas, se habría registrado, a propósito de la venalidad de referencia, un relevante intercambio filosófico entre dos pensadores de la logia del Newman. Intelectuales que influyen, ostensiblemente, en la (falta de) ideología del PRO. Cuentan las incuestionables Gargantas que el señor Nicolás Caputo, enrolado en el existencialismo, le habría dicho al señor Torello, que está más cerca de los lacanianos:

"Por la que puso, Achaval no puede pedir que Mauricio se trague semejante sapo".
Carolina Mantegari
para Oximoron, el Blog,
permitida la reproducción, sin citación de fuente

martes, 15 de enero de 2008

JARDAN


El Aparecido,
en Pinamar.
JARDAN
por Jorge Asís
especial para "Oximoron, el Blog"
La historia de la aparición de Ricardo Jardán me la contó, en mi departamento de Recoleta, la señora Amanda de Ormeño.(Confieso que modifiqué, levemente, los dos nombres).
"Absoluta reserva”, me pidió Amanda. Caballero clásico, garanticé la discreción.
Pero si Amanda me contactó fue sólo para contar la historia. Simultáneamente para suplicar que El Narrador nunca escribiera la historia que contaba.
No entendí, entonces, para qué decidía Amanda contar la historia de Jardán. Justamente a un contador de historias. Como el Narrador. Si se trata de una historia que no debo escribir.
Cuenta Amanda que Jardán, desde la "4 por 4", le pidió, con el gesto emblemático, la complicidad del silencio. Para que nunca contara que lo había visto a Jardán, en la playa.
Que era, precisamente, lo que Amanda venía a contar.
Que Jardán vivía. Que el suicidio fue la teatralización de una mentira.
Pero Amanda decidía quitarse la historia de encima. Al contar lo que ella no debía, carezco de motivos para dejar de contar la historia.
Llega entonces el turno del Narrador. Para desprenderme de la historia que Amanda me entrega. Mientras me pide, inexplicablemente, que nunca la difunda.
Después de todo, los tres somos prisioneros de la misma historia.
Jardán, el protagonista oficialmente muerto. Amanda, quien lo descubre vivo. Y el Narrador, que cree que no traiciona. Al instalar la historia, responsablemente, adonde se debe. A disposición del lector, el unánime destinatario.

J.A.
enero de 2008
I
Amanda de Ormeño fue quien reconoció a Jardán. Se topó con aquel rostro inconfundible, inútilmente modificado, con el pelo artificialmente negro. En la playa de Pinamar. En las proximidades del CR. El balneario vacío ofrecía la imagen clausurada del invierno.
No le prometió ninguna discreción. Pero Amanda sabía que a Jardán no debía defraudarlo. Como los mayoritarios adictos a la desconfianza, Amanda nunca había creído la versión oficial del suicidio de Jardán. El patetismo dramático del tiro de escopeta. Justo Jardán, oculto de la autoridad. La autoridad que solía responderle, hasta la dependencia. Pero que ya no controlaba.
Estaba escondido, Jardán, en un campo tristemente desarticulado. Distaba de encontrarse a la altura del final que su trayectoria merecía.
Amanda no puede hablar de la aparición. Con el índice expresivamente vertical sobre su boca, Jardán se lo pidió.
Tampoco Amanda puede hablarlo, siquiera, con Walter Ormeño. El marido, que también lo reconoció a Jardán. Aunque finja el descreimiento que lo ampara.
Ocurre que Walter también está asustado. Y le prohibió, a Amanda, referirse a la aparición. Como si se hubiera puesto de acuerdo con Jardán. O como si, a la distancia, le obedeciera.
Por acumulación de temores, Walter prefiere devaluar la lucidez de Amanda. Para tratarla, en definitiva, de fabuladora. Con visiones alucinadas por el estilo. Como la de afirmar que lo había visto a Jardán, en la playa. Ocho años después de aquella dramatización institucional del suicidio.
Viven, los Ormeño, en Belgrano. En las cercanías del Hospital Militar, es la referencia.
Con dignidad, Amanda acaba de llegar a los sesenta. Como se decía antes, es una ama de casa. Bien aspectada, regularmente informada. Con el agravante de pasar algunas horas diarias frente al televisor.
Demasiado comunicativa. Alta, aún estilizada. Dotada para la simpatía natural. Con un permanente déficit afectivo en materia de interlocución.
Téngase en cuenta que Amanda es del tipo de mujer que suelen hablar del estado del tiempo con los encargados de los edificios. Que besan a los niños de otros. Y que saludan, aún, al vecindario.
Walter, en cambio, es un comerciante taciturno. Ramo textil. Algo apocado, gravemente tímido, pero cordial.
Ambos conjugan. Con serena inteligencia se soportan. Hasta puede asegurarse que los Ormeño, a esta altura del matrimonio, si apasionadamente no se quieren, se estiman. Y de memoria se entienden.
Cuando están acompañados, en las contadas reuniones sociales, Walter suele cederle a Amanda, en general, la iniciativa.
Habla entonces ella. Pero quien manda es él.
Dos hijos casados, cuatro nietos que animan la existencia pasablemente calma. Sin mayores relevancias, con una armonía gris, paulatinamente agradable.
En Pinamar, los Ormeño mantienen la casa secundaria. Es blanca y suficiente, sin ostentaciones. Cerca del Golf, indolencia que no cultivan. La casa se encuentra anticipada por un jardín sin rigor, que circunda la generosidad de un pino.
Refugio ideal para el veraneo que es, en Pinamar, cada año, más breve.
Desde que los hijos prefieren Punta del Este, los Ormeño decidieron ofrecer la casa en enero. Para alquilarla, aunque fuera, inicialmente, un ultraje. La atiende la “Inmobiliaria de David”, sobre la Bunge. Significa que mantener en condiciones, la casa de la playa, se convierte en un problema permanente. Y en una tentación saludablemente simultánea. Para las oxigenantes escapadas del invierno. Ideales para abandonar la geografía de edificios que circunda el Hospital Militar.
Cuando no se trata de los inconvenientes de la pintura, el pretexto lo brinda la instalación eléctrica. O la necesidad de prepararla, para una hipotética venta que nunca ocurre. Y que David, por ser amigo, desalienta.
II
Con Jardán se reitera el imaginario colectivo que condiciona la memoria de Graiver.
Dos titanes popularmente mitificados. Jardán y Graiver tienen la obligación de disfrutar, separadamente, condecorados por otros rostros, los placeres minuciosamente elaborados por la otredad. Vedados a los mortales ordinarios.
Ellos deben disfrutar de una fortuna colosalmente inagotable. Construida, en el caso de Graiver, merced a las finanzas, violentamente redentoras, de aquellos Montoneros. Los que, de algún modo, siempre vuelven. O construida, en caso de Jardán, merced a las ventajas de la impunidad. Deparadas por la violencia, inconmensurablemente torpe, del Estado. Vulnerabilidades que Jardán, con la celebrada astucia del fenicio, supo aprovechar. Reverencias, recogimiento y veneraciones.
Es el invierno de Pinamar, dilatadamente denso, como en Madariaga, los pobladores necesitaban creer que Jardán vivía. Que alguna vez Jardán iba a volver. Por la revancha. En cualquier momento iba a sorprender la noticia efectista de su aparición.
Ocurría que Jardán mantenía infinidad de deudas para cobrarse. Los ingratos, los que le debían favores, se multiplicaban. Turritos por doquier. A los que Jardán, arbitrariamente, hizo ricos. Y en el tango estricto de su caída se corrieron. Imperdonablemente, lo negaron.
Por lo tanto, la escenografía armada, para clavar la muerte de Jardán, representaba el transitorio final del cuento más logrado. El epílogo inexorable de la confabulación meticulosamente planificada.
La muerte emergía, para Jardán, como un pretexto utilitario. Para legitimar la cobertura del cambio de identidad.
Menos podía aceptarse aquel agravio a la inteligencia más elemental. Que Jardán se hubiera suicidado. Con aquel horrible escopetazo de referencia. Cercado por las turbulencias escandalosas de la humillación. Mientras sobrevenían, en tropel, la caravana de los enemigos. Por el botín de sus empresas impecablemente gestionadas. Recluido en la vulgaridad de aquella casa de campo rústica. Situada en las afueras del pueblo que intenta, aún, llamarse Viale. En la prosperidad de Entre Ríos. Entre una indignidad que servía de marco para una muerte sin grandeza. Impropia de un triunfador.
Por magistrales que fueran las cirugías, algunas huellas, de ningún modo, podrían ser borradas. Jamás podría disiparse el rictus de su sonrisa cordial, prescindiblemente maligna. La perspicacia subyacente en su mirada. De paisano tierno, o de sigiloso taimado. Mirada que nunca podría disolver el peso de los orígenes.
David, el de la inmobiliaria de Bunge, decía, a propósito, que nada le gustaría más que Jardán - al que llamaba El Turco-, se le apareciera.
Para David, el Turco había muerto, tan sólo, para aquellos desagradecidos que habían decidido olvidarlo. Los que lo habían soltado antes, incluso, que el Turco se muriera.
O que el Turco astuto les hiciera creer, a la totalidad de los cretinos, que había muerto. Con la ficción del ensayado escopetazo en la boca. Para emular a Ernest Hemingway. Sin haberlo, siquiera, sabido.
Desde algún lugar inconcebible, Jardán debe preparar la venganza. Para los enemigos que lo pulverizaron. Algunos veranean, incluso, en Pinamar. Y para los amigos que oportunamente se enriquecieron, sólo por ser escogidos para brindarle servicios. Pero que no vacilaron en alejarse. Durante el esplendor explicable del escándalo. Cuando, por impotencia culposa, lo entregaban. Al matadero mediático. A la ceremonia del escarnio.
Coincidían, admirablemente, en Pinamar y Madariaga, que Jardán la había hecho bien. La teatralizada simulación de la muerte, había sido ejemplar.
El muerto real, el Muletto, era, como correspondía, asombrosamente parecido. Lo suficientemente como para que varios seres intachables, los que creyeron conocerlo, aseguraran, convencidos, que se trataba de Ricardo Jardán. De ningún Muletto.
Con aquel escopetazo, de reminiscencias hemingwaianas, en la boca, El Muletto se encontraba totalmente desfigurado. Con la exigencia de la precipitada sepultura. Ataúd cerrado. Con correctamente previsibles escenografías de llantos.
En sus monólogos de la inmobiliaria, David solía manejar información inquietante. Sugería que el Turco, en la lejanía de los orígenes, aguardaba el instante propicio del regreso. Desde los alrededores de cierto pueblo costero. En algún costado, inexplotadamente paradisíaco, de Siria. Equiparable, al menos, a Pinamar. Cerca de la fascinación de Lattaquie. Alternado con un villorrio donde, por contrato, lo protegían. En las vecindades de Tartuz.
Imposible, en efecto, para David, era imaginarlo, a Jardán, lejos del mar. Sin la recreación, en otras culturas, de las fantasías transformadoras que estimulaba, para las urgencias básicas de Pinamar. Con aquellas ideas que solía imponerle al vencido alcalde Altieri. Hoteles ampulosos. Decenas de Aracapaxis. Majestuosidades del gran puerto cercano, aguas profundas como las transformaciones. Una avenida Costanera asfaltada. Con un paseo rigurosamente custodiado, que nada tuviera que envidiarle, en materia de grandeza, al de Copacabana. Imaginaba, El Turco, contaba David, focos multicolores, Macetones con flores cada treinta metros, baldozones de color lila, pacífica alegría y atractiva seguridad.
III
Entonces Jardán reapareció un miércoles de junio.
Para vigorizarse, como antes, Jardán decidía caminar por la playa. Enfundado en una campera de cuero negra, una bufanda gris. La cara al viento. Cierta sensación de libertad, garantizada por los custodios que no hablaban español.
Las caminatas anónimas por la playa representaron, paradójicamente, para Jardán, el inicio de la declinación. Para ser exactos, la caída comenzó durante un verano, siempre en Pinamar. Del 95, a lo sumo del 96. Cuando le arrancaron la primer imagen. La fotografía letal. Mientras caminaba con su mujer histórica. Como si Jardán fuera lo que siempre había querido. Uno más, simplemente inadvertido entre la multitud. Pobre, Jardán se deslizaba en el equívoco de suponerse un turista normal. Que podía ufanarse, incluso, de la inútil libertad de los insignificantes.
Sin embargo una vecina, que mantenía una casita presentable, tuvo la misma idea. La trivial ocurrencia de caminar, aquel miércoles de junio, por la playa desierta. Sin custodios innecesarios. Sólo con su marido.
Jardán los conocía de vista a los Ormeño. De veranos anteriores.
El frío debía imponer su hegemónica presencia. Para desalentar, al menos, a los caminantes. Si no fuera por el viento, podía decirse que la mañana era bella. De Irreprochable trasparencia.
A la altura del desarticulado balneario CR, fue que Amanda Ormeño lo vio. Lo cruzó de frente. Jardán caminaba en sentido contrario, en dirección a La Frontera. Se quedó petrificada.
Jardán venía acompañado. En el medio. Entre dos personas robustas y morenas, que le hablaban en una lengua indescifrable.
No podía asegurar que fueran amigos. Ni que fueran, tampoco, del lugar. El aspecto denunciaba la condición de forasteros. Para Amanda, los acompañantes eran guardaespaldas.
– Jardán -, dijo Amanda, perpleja, en un susurro perceptible. Pero ya no podía continuar con la caminata.
Walter mantuvo la mirada perdida en el horizonte. Como si estuviera distraído. Prefería desconocer la significación de aquella presencia.
Para Amanda, su esposo también lo había reconocido a Jardán.
Pero Walter nunca quiere, Asís, razonablemente, meterse en problemas. Les rehuye.
Walter decidió, después, creer que no le constaba que el caminante de la playa fuera Jardán. Como la conocía de memoria, fue que le prohibió a Amanda, en adelante, hablar del tema. Es decir, de contar que creyó ver, en la playa, arrebatado entre el frío y el viento, a Jardán.
Se lo dijo Walter, con la firmeza de una orden. Mientras concluían, en la casa, el almuerzo rápido. Porque no tenía la menor intención de atender las fantasías de su esposa.
Prefería encarar la relajada aventura de la siesta.
Más tarde, mientras Walter dormía, para distraerse, Amanda lavó hasta los platos y cubiertos que no fueron utilizados desde el último verano. Repasó, infinitamente, la mesada.
Se sentó después, Asís, a leer. Para colmo, la revista “Noticias”. Frente al ventanal, desde donde podía advertir los movimientos de la calle de arena.
De pronto, Amanda percibió que se acercaba uno de esos vehículos utilitarios. De los que suelen andar entre los médanos. Los llamados “4 por 4”. Era negro, de cristales opacados.
Se inquietó aún más porque el vehículo se detuvo. Justamente, en la puerta de su casa. Amanda contempló que se bajaba, Asís, con lentitud, una ventanilla, la trasera. Y Jardán, indudablemente, la miraba. Con la intensidad que le producía el incierto terror. Sin embargo aparecía, ahora, aquel rictus que pasaba por sonrisa. Un mero estiramiento de labios. Pero como si le reclamara, a la buena vecina, algo semejante a la piedad. O sólo le demandaba un poco de comprensión. Mientras le hacía el expresivo gesto del silencio. Con la imagen popularizada en los hospitales. El dedo índice, vertical sobre la boca, y un leve soplido. Intrascendente y tácito. De inmediato, volvió a levantarse el cristal opaco de la ventanilla. Y la "4 por 4" se puso en marcha.
Agitada, Amanda amagó con despertar a su marido, para decírselo. Pero decidió, convenientemente, no decirle más nada. Temía que, por fantasiosa, la internaran. Decidió convivir, en adelante, con el secreto. Aunque mantuviera, íntimamente, el raciocinio bajo sospecha. El silencio, aparte, se imponía. Se lo había pedido un vecino. Afectuoso y temible, Ricardo Jardán. En una tarde fría de miércoles, del más desolado junio.

Jorge Asís
copyright by "Oximoron, el Blog",
permitida la reproducción

martes, 8 de enero de 2008

Penetraciones brasileñas

Merece, la venta de Esso, iniciar otra consagratoria miniserie.
Trátase de la Eastern Seabord Standard Oil, integrada a la Corporación ExxonMobil.
La extraordinaria liquidación fue encomendada al banco de inversión JP Morgan. Para la subasta se moviliza el plantel estable de empresarios argentinos. A los efectos de anotarse, al menos, en la “manifestación de interés”.
Asúmese el riesgo de anticipar el epílogo de la miniserie.
Los locales pueden disputar la competencia lateral. Por la categoría de socio doméstico de Petrobrás.

El Paquete

Al hablar de reestructuración, en general, alguien pierde. Queda afuera.
Para la venta de Esso, prefiere utilizarse, en cambio, el pretexto de la “reorganización”. Figura que atenúa la decisión empresaria, violentamente racional, de rajarse.
Primero la Esso. Después se irá la Shell.
“Reorganización” significa, traducido, que la Esso parte. Decide rematar los activos de Sudamérica. Región donde crece inquietantemente el fervor. Mientras declina la confiabilidad.
Los valores, por el paquete entero, se calculan en dos mil millones de dólares.
Amontonados en el paquete entran las filiales de Brasil, de Chile. Y la franquicia Argentina, que incluye las sucursales del Uruguay y Paraguay.

Si Petrobrás resulta comprador, como las Gargantas aseguran, de la Esso local, la transacción podrá ser políticamente tomada, en una lectura inicial, como otra derrota del superministro De Vido.
Es decir, de Kirchner, el Presidente R.E.
Por el primer chico, De Vido se impuso sobre Petrobrás. Fue en la anterior miniserie de Transener. Pudo evitar que Petrobrás vendiera las acciones de Transener al Fondo Eaton Park. Valores que Petrobrás debía obligatoriamente desprenderse, en virtud de la colonizadora adquisición anterior. De la Pecom.
Evócase el despliegue del gran combate jurídico, por el premio mayor de convertirse en socios de Marcelito Mindlin. Es el propietario de la otra mitad. Titular del Fondo Dolphin, devenido en Pampa.
Prefería Kirchner que Petrobrás, en virtual acuerdo con Marcelito, no le vendiera Transener al Fondo Eaton Park. En aquel fantástico acné de nacionalismo direccionado, Kirchner decidió que la mitad de Transener debía quedar para próceres de la Patria. Para la dupla de La Casa. El Combinado Nacional. Enarsa, junto a a la imbatible Electroingeniería.
Con el diseño imaginativamente jurídico de El Profesional, el doctor Dromi, aquel Combinado logró ganar la batalla contra el Fondo Eaton Park.
Por lo tanto, Mindlin ya no tiene otra alternativa que soportar, como socio, a Gerardo Luís Ferreira. Y con poder de fuego.
Crédito descubierto por el Portal, Ferreira es El Revolucionario. Al que suelen mezclársele los cables. En especial, durante los momentos tensos del apasionante reparto de glucolines.
Los socios, Ferreira y Mindlin, se dispensan una afectuosa desconfianza recíproca. Hipocresía compartida que anticipa nubarrones ideales para describir, en la primera de cambio, en el Portal.

Atribulaciones

A rodarse en magníficos escenarios, como Houston, Nueva York, y Río de Janeiro, la miniserie Esso tiene el éxito garantizado. Sin olvidar, claro, las escenas de Buenos Aires, en las oficinas de Maipú. Sede diplomática de Petrobrás. Aquí se asiste al dilema existencial del señor Carlos Fontes.
Trátase de El Brasileño Atribulado. Emerge como embajador de Petrobrás en la Argentina. Intenta reemplazar, desde hace un año, al incomparable Guimaraes, que pasó a la superior representación de Nueva York. Fontes, pobre, debe soportar los llamados, cotidianamente arrebatados, de Baratta, el escudero de De Vido.
En tristes tardes con llovizna, Fontes debe soportar hasta los llamados de Moreno. Para apretarlo.
De todos modos, los cholulos empresarios locales suelen considerarlo a Fontes como un funcionario de jerarquía. Con poder de decisión. Por lo tanto, lo cercan con invitaciones.
Pero Fontes, El Atribulado, apenas puede transmitir las inquietudes de los medialuneros. Hacia la central de Petrobrás, Río de Janeiro.

Para De Vido, cada vez es más difícil obstaculizar la penetración brasileña.
Cuesta abrirse. Imposible, para colmo, es evitarlo a través de la fraternal marroquinería bolivariana.
En la subasta, el JP Morgan no atiende, una lástima, sólo las pertenencias argentinas. Cotizadas en elementales 200 millones de dólares. Aunque trasciende que Mindlin, El Pampa, acaso para tomar distancias del pelotón, ofertó 325.
Hay 100 estaciones de servicio propias. Alrededor de 450 estaciones “franquiciadas”. Un estimable 12% del mercado local. La frutilla apetecible es la sofisticada refinería de Campana, que procesa 90 mil barriles diarios. Y las propinas del vecindario, Paraguay y Uruguay.
Pueden atreverse los presupuestos de cuatro o cinco rescatables empresarios nacionales. Seres que mantienen vinculaciones rotundas con el Cesarismo Conyugal.
Desfilan los infaltables Werthein, que desean entrometerse en cuestiones de energía. Y hasta Brito, el Banquero de la Espuma (de las garzas, de las rosas). Siempre cerca del Sol.
Incluso, don Francisco de Narváez, el severo caudillo popular. Aunque los pares suelen degradar, al caudillo, con patético entusiasmo.
“Sólo quiere salir en los diarios, de ser posible con el tatuaje”, lo fulmina un eventual competidor.
Para convertirse en el socio local de Petrobrás, el más aventajado, según nuestras fuentes, es el inflamado Marcelito Mindlin, El Pampa. Por la experiencia en Transener. Sobre todo, por la marcada eficacia de su lobbying con los americanos.
Quienes pueden aún disputarle la posición a Mindlin son los dos titanes de la Corporación América. Don Eurnekián y su escudero, Gutiérrez, El Flaco. Aunque la fuerza, políticamente principal, pueden generarla los cracks, los comprobados, del Combinado Oficial.
La dupla de Electroingeniería, orientada ideológicamente por Ferreira, El Revolucionario, El de los cables (mezclados), a la hora del reparto. Con Enarsa, donde otro cuadro, igualmente atribulado, recibe las instrucciones de De Vido. Es Exequiel Espinoza. El funcionario que suele deprimirse al comprobar el paso indiferente de las valijas. Pasan, orondas, las valijas, a su alrededor. Ni puede mirarlas de frente.
Para colmo, cuentan que el Combinado Nacional no logró retenerlo, como director técnico, a Roberto Dromi. El Profesional.
Mediante el Combinado es donde desea entrometerse PDVSA, la fuente del nacionalismo latinoamericano. Petróleos de Venezuela. Pero imaginar una asociación triunfal con los bolivarianos, es, desde Antonini, tan viable como una utopía.

Colonización inevitable

“Olvídese, la reorganización empresaria de la Esso es mundial”. Lo aclara, por teléfono, cierta Garganta de la Exxon. Desde Nueva York.
Si el Jefe se pone con los viáticos, el cronista decide desplazarse.
“La intención, Rocamora, es vender el conjunto. El pacote entero. No se trata de despachar activos por país”.

Improbablemente alcance, a esta altura, con Electroingeniería y Enarsa, para evitar la colonización brasileña.
Puestos a elegir, la Exxon, de lejos, va a preferir a Petrobrás. Nada que huela a PDVSA.
Aunque Petrobrás no tenga la menor intención de conflictuar con PDVSA. Y hasta explote, Petrobrás, filones petrolíferos en Irán. Sin baladronadas, ni sobreactuaciones.
Para colmo, en esta partida, se abrió el libro de pases. Y Dromi, El Profesional, estrella sigilosa de aquellos diabolizados noventa, ahora juega, según nuestras fuentes, para Petrobrás. Aventuras de la globalización.

Oberdán Rocamora

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sábado, 5 de enero de 2008

1851, el Decreto

Para los entendidos, hablar de Cristóbal López significa hablar de Néstor Kirchner. Se los asocia. Costará desprenderlos, cuando trascienda esta crónica.
Para colmo, según nuestras fuentes, lo único que Kirchner le pidió a Scioli, en la provincia, es que facilite el ingreso de Cristóbal López.
A pesar de los presumibles acuerdos preexistentes, para el gobernador Scioli es, lejos de una virtual apretada, un compromiso de honor. A Cristóbal, sí o sí, hay que despejarle el paso. Para compartir la explotación del juego en la provincia de Buenos Aires.
Pero las Gargantas Bingueras avanzan en la audacia interpretativa.
Indican que si Felipe Solá, por ejemplo, no mantuvo un destino elevado, en el gobierno de las grandes transformaciones, fue porque se resistió a "hacer los deberes".
Para que Cristóbal López pueda lograr, en el Hipódromo de San Isidro, con sus miles de tragaperras, lo mismo que le salió, tan admirablemente, en el Hipódromo de Palermo.

Numerologías

Pronto se va a volver al escenario del ludismo en la provincia menos viable. Brinda trabajo a 14 mil personas.
La escenografía del Decreto 1851 debe ajustarse, en cambio, a la metrópoli.

El Decreto fue firmado por el presidente Kirchner, el 5 de diciembre del 2007. Y convalidado, además por la Hermana Alicia, ministra, la ex del amigo Bombón. Y por el destacado Alberto Fernández, sonetista de lirismo irreconocido.
Fue 5 días antes de entregar formalmente los atributos del poder, a su esposa. A 2 días hábiles de concluir el consagratorio mandato. Aunque fue publicado, en el Boletín Oficial, el sugestivo 31 de diciembre. Mientras el firmante principal, máximo responsable, construía la epopeya humanitaria de Villavicencio.

Trátase de la prorroga, por otros 10 años, pero con opción a 5 años más, de la licencia de explotación del Hipódromo Argentino de Palermo. A favor de la empresa homónima. A la que sólo debe agregarse el "sociedad anónima". En adelante, HAPSA.
La empresa es nominalmente comandada por el señor Federico Achaval. El mismo que después sería destinado a controlar el devenir del conflictivo barco, del que también el Portal, en Ludopatías, se va a ocupar.
Achaval es un socio absorbido, según Gargantas irreprochables, por don Cristóbal López.

La concesión vencía en el 2017. Sin embargo, gracias a la contundencia del Decreto 1851, se extiende, ahora, hasta al 2027.
Con la opción de la propina anticipada, de 5 años más, hasta el 2032.
Caja de empleados.

Todo es Historia

Antes de introducirnos en la desesperación del decreto, que acerca, hasta la inconveniencia, los destinos pasionales de Cristóbal y de Kirchner, conviene repasar la historia. La que remite a la gloria actual de las 3000 maquinitas fatigadas de Palermo.
Tragaperras que rinden, cada una, según Gargantas Bingueras, algo más de 300 dólares por día. No hace falta consultarlo a De Pablo para imaginar una recaudación de un millón de glucolines verdes por jornada.
La licitación inicial se abre en 1993. Durante la inocencia, comparativamente enternecedora, del superado menemismo. Licitación limitada, aún, a la decadencia, paulatinamente triste, del turf.
La gana Federico Achaval. Aunque posteriormente es impugnada por el empresario que salió segundo.
Trátase del doctor Guido Spano. Es el cuadro que pasa a la inmortalidad, en las postrimerías del 2007, merced al escrache, discutiblemente heroico, del vástago del doctor Recalde.
El Junior de los Recalde lo graba, arteramente cableado, estilo Antonini, por la misericordiosa cuestión del cohecho, relativo a la depresión de los tickets de almuerzo.
Sin embargo, por entonces, Guido Spano tenía alguna razón para la queja. Había ofertado sólo por la extravagancia del turf. Desconocía que se asomaba, en el horizonte, el sol de las maquinitas.
Según las Gargantas Bingueras, el negocio lo inicia la candidez del denostado Menem. Lo instrumenta el degradado De la Rúa, para 600 maquinitas (posiblemente destinadas al señor Liberman). Pero al final el negocio lo concede Duhalde, solidariamente, al candidato Kirchner.
Para que Kirchner pueda armarse de los respectivos glucolines preelectorales.
Se asiste al cambio de Liberman, que se queda en la historia adherido al helicóptero de De la Rúa. Por el escalador Cristóbal, un protegido inicial del invalorable Diego Ibáñez. Pero que se factura, en la estación, al viento huracanado del kirchnerismo.
Con Cristóbal, hay que aceptar que Palermo prospera. De las 600 tragaperras, se pasa a las actuales tres mil. Recogimiento y veneración. ¡Gloria y Loor!

Doblete

El antológico Decreto 1851 contiene un Anexo. Doblete sin desperdicios, casi inhallable.
Es la Resolución 31/07, del Directorio de La Lotería Nacional.
Trátase de la justificación literaria que asegura los glucolines de Cristóbal hasta el 2032.
El texto burocrático podría garantizar ejemplares presentaciones televisivas del doctor Monner Sans. Determina que HAPSA, o sea Cristóbal, "debe proceder a instalar 1500 máquinas adicionales". Para llegar a las 4500. "Siempre -eso sí- que la estructura edilicia lo permita".
En el Decreto presidencial también se alude al programado doblete de la resolución. Porque se lo "intima" a HAPSA a incrementar el "parque de máquinas".
Significa que Cristóbal no tiene otra alternativa. Necesita más años de explotación. Por las exigencias planteadas en el Decreto que firma el presidente. Según las Gargantas Bingueras, el "socio".
Si la licencia vence, en el 2017, es comprensible. Porque no le alcanzan, al pobrecito de Cristóbal, con sólo diez años más, para "amortizar y recuperar la inversión".
Inversión a la que, desde el decreto, se lo obliga.
Después de todo es una suerte que el Decreto 1851 sea, como una novela total, un modelo de sabiduría. Y de comprensión acerca de los obstáculos que presenta el mundo. Entonces le extiende, a través de la prosa abúlica, quince años más de explotación. Hasta el 2032.
Publíquese, divúlguese, abrirse de piernas, inclínense y archívese.

Promocionales

La próxima entrega atiende el turno de la ludopatía en la provincia de Buenos Aires. Vayan adelantos promocionales. Bolos asegurados para el afectuosamente desbordante Chiche Peluso. O el sensible Bruno Quintana, que se inquieta en Punta del este. El misterioso Lujanero. El canalizador Carlos Gallo. El dificultoso objetivo del Tano de Trilenium. El mensaje decodificado del intendente Sergio Massa. Y como extras, los 32 Bingueros difusamente desorientados. Majestuosa escenografía de San Isidro, La Plata, ideal para damas con sombreros, como en Deauville. La salvación moral para el imantado Jockey Club y sus yemitas quemadas. Y don Cristóbal, siempre. El ya multidisciplinario Cristóbal López. Sea entre las multiplicadas tragaperras, en el casino litigioso del barco, o en la expansiva aventura del petróleo. Fichas, en definitiva, de Kirchner, el Presidente (R.E).

Oberdán Rocamora
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miércoles, 2 de enero de 2008

Héroes de Villavicencio


Tío Plinio querido,

Sin rescate, vaya y pase. Se lo bancaba. Podíamos admirarlo igual. Hasta la patriótica celebración.
“!Gloria y Loor/ Honra sin Par!”. Para el primordial Héroe de Villavicencio.
Kirchner, el Presidente (R.E). En retiro efectivo.

Estampitas

Ocurre que nuestro abnegado Héroe respondió, tío Plinio querido, al llamado de Chávez. Y se disparó, en vísperas del final, hacia la selva.
Fue secundado por otros valientes. Próceres que se ganaban, con paciencia infinita, el derecho a incorporarse a las sobrias estampitas del Billiken de la posteridad.
Por riguroso orden jerárquico, debe rescatarse, en principio, al recatado Taiana.
Trátase del Canciller inexpresivo que debió aceptar, mansamente, La Casa-Casta. Hasta adoptarlo, aunque ahora lo nieguen, como propio.
Lo sigue Follonier, pero tan sólo por gravitancia protocolar. Porque de leyes de la selva, Follonier sabe bastante más que Kirchner y Taiana.
Aún Follonier es, felizmente, un desconocido. Se lo llama El Rafa II.
(Porque Rafa I es Bielsa, aquel poeta inmemorial. Con barba roja y guayabera, coincidirá, Tío Plinio querido, que Bielsa hubiera proporcionado, en Villavicencio, imágenes mediáticas más conmovedoras).

La Simona

Aunque un poco más atrás, en la estampita deben figurar, discretamente, los embajadores. Dos Artículos Quinto.
Alicia Castro debiera ser valorada por sus colosales atributos para la diplomacia. Más que por los presumibles conocimientos, fatalmente discriminatorios, sobre el arte del paso de bagayos (Atributos juzgados, tío Plinio querido, como invalorables para la cotidianeidad de esta administración).
Y sin siquiera invocar, tampoco nunca, los perniciosos comentarios. Concretamente injustificados. Los que aluden a la sobrevalorada intimidad ideológica de la embajadora, con el Jefe Terminal. El director de la comparsa socialista del siglo veintiuno.
A propósito, debido a la acción siniestramente perversa del imperialismo, comienza a expandirse, tío Plinio querido, el efecto de cierta lícita orientación del mariscal bolivariano.
Conste que de ningún modo se justifica que se lo apode, indignamente, La Simona.

En la estampita, se hace lugar el último titán que completa el bloque, estructuralmente sólido, de los Héroes de Villavicencio.
Trátase del extraño sobreviviente. Protagónico de los denostados noventa.
El Titán que pasó, sin escalas, de Menem a Kirchner. Embajador con rango de General. Balza.

A la bartola

Conste, tío Plinio querido, que la sociedad entera deseaba fervorosamente celebrarlo, a Kirchner, como a un Héroe. Nunca como un Mártir. Por haberse atrevido a participar, como Tarzán en la selva, de la improvisada intromisión humanitaria.
Diplomacia a la bartola. Arriesgada por el salvajismo del ridículo.
Aparte de no haber rescate, tampoco aparece el rehén.
Cuesta, ante la magnitud del epílogo, rescatar al Presidente del papelón. O atenuar, al menos, su responsabilidad en el incendio. Sobre todo, ante los sustanciales gorilas argentinos, que lo pulverizaron en las mesas del fin de año.
Porque, lejos de tomarlo a Kirchner como un Héroe, o como un Mártir, los “contreras” ya lo toman, tío Plinio querido, directamente, para la joda.

Bananas

“Ni murió ni fue guerrero”.
Como le dice, el dolorido reprochador del tango “Chorra”, a la chorra.
“Ni rescate ni rehén”.
Porque el romántico Operativo Emmanuel debió suspenderse, para colmo, por la ausencia de Emmanuel. Según la definitoria declaración del que debía ser la víctima del operativo. El presidente Uribe.
Aquel hijo gestado entre la secuestrada y el guerrillero, merecía inspirar al realismo mágico de García Márquez. El delirante fantasioso de Aracapataca. Y no sólo el apasionamiento fílmico de Oliver Stone.
Hay que compadecerlo a Oliver Stone. Ni siquiera merece figurar en la estampita.
Porque, para describir un panorama semejante, Woody Allen justamente se le adelantó. Apenas en 36 años. Con la filmación de “Bananas”. Sátira imperdonable del imperialismo, hacia los países metafóricamente consignados como “bananeros”. Una expresión inspirada en el gorilismo literario del cuentista O Henry, para referirse a Honduras.
A través del papelón del Operativo Emmanuel, los Héroes de Villavicencio, comandados por La Simona, lograron superar, ampliamente, la frontera arbitraria de O Henry.

Saturno

Dígale a Tía Edelma que, según Medea, el problema, con los Kirchner, consiste en que se les cambió la taba de la suerte.
Que se les dio vuelta, a los Cesaristas, la estrella.
Parece que lo tienen plácidamente instalado a Saturno, en jugueteos en contra de su sol.
En adelante, es el turno de la sucesión de valijas de los Antonini. De las magistrales epopeyas como la de Villavicencio. Que se suman a la persistencia dilatada de la temperatura, absurdo previsible del verano.
Entonces los Kirchner, tío Plinio querido, implosionan.
Chocan, por la dinámica de la violenta ineptitud, la calesita. Y se autopican el boleto.
Justamente cuando la sociedad se encontraba, estratégicamente dispuesta, a dejarlos gobernar. Solos, a su merced. Sin ningún plan de lluvia. Sin prever que los Kirchner iban a estampillarse solos. Con tanta inconcebible tenacidad.